ANYONE

PEDRO TAGLIAFICO

10 mayo - 15 junio 2014

Una buena imagen que describiría el arte venezolano de comienzos de los años sesenta es, qué duda cabe, la de una pintura monocroma de Alejandro Otero. Del mismo modo, otra imagen ideal para marcar la salida de esa década serían las muchachas con redes en la cabeza que Diego Barboza invitó a caminar por las calles de Londres.

Las obras de Pedro Tagliafico reunidas en esta exposición dibujan a su vez el mejor retrato de los intereses de buena parte del arte contemporáneo venezolano de los años setenta: la persistencia de la cuadrícula, la paulatina desaparición del color en pos del protagonismo de la materia como concepto y como motivo y, finalmente, la inserción de las estrategias del minimalismo y el arte povera en el escenario del arte venezolano. Rizando el rizo, podríamos decir que el bresciano óleo sobre lino monocromático de Tagliafico parecería un homenaje a las monocromías de Otero y las retículas orgánicas de las cabezas londinenses de Barboza se reducirían en ese minúsculo cuadradito en la palma de la mano que se retrata en Anyone de 1977.

La cuadrícula es sin duda uno de los grandes motivos del arte de vanguardia. Encarna valores que efectivamente cristalizan una cierta idea de lo original, como señala Rosalind Krauss, gracias a su impermeabilidad al lenguaje, a su inherente silencio, a su negación a representar y por ende a “contar” historias. A la vez supone un mecanismo inicial. La retícula sería un grado cero, un motivo que despojado, como señala Krauss, de capas y capas de representación que les permite a los artistas llegar finalmente “a esa reducción esquematizada, a ese campo de papel cuadriculado, (como si) fuera su origen y su descubrimiento un acto de originalidad”.

En este sentido, la obra de Pedro Tagliafico propondría, frente a la vocación político-discursiva de la representación pictórica en Venezuela de los años setenta y de cara a la estandarización de la abstracción geométrica precedente, un gesto de silencio y un punto y seguido, respectivamente. El artista retoma técnicas y gestos clásicos como el dibujo para catalogar al cuadrado originario en sus diversas manifestaciones espaciales y conceptuales: la línea de grafito como hilo conductor de su discurso, el valor del material en sí mismo y las desinencias poéticas de un clasicismo que encarna el cuadrado y que se anuncia ideáticamente pero no aparentemente.

Como señalábamos líneas atrás, otro de los valores de esta obra se encuentra en esa intención de desplazar al color como principio rector del discurso. El protagonismo inmenso que buena parte del arte cinético le otorgó a la policromía queda en estas obras sujeto a una desaparición paulatina, a su condición fantasmal. La estrategia de Tagliafico en este retorno al origen se manifiesta también en esta vocación por hacer desaparecer cualquier rastro de color como símbolo, como una prueba de la energía o el movimiento. El color es un recurso inherente al material y su utilización tiene como principio el de apuntar conceptos, más que ilustrarlos.

En este sentido, no es casual que el artista haya residido durante años en Brescia, Italia. Aun cuando el arte povera en relación a estas obras llevaba activo más de una década desde su nacimiento en Trieste, la pervivencia de este movimiento artístico se extendió hasta mediados de los años setenta. El interés por los materiales y su desplazamiento en el espacio así como la naturaleza física de la materia en su comportamiento como un motivo estético alternativo, pueden resumir las estrategias en las cuales coinciden los povera y Pedro Tagliafico. Sin embargo, a diferencia de los italianos, en este caso, el artista moviliza su discurso hacia un tratamiento más cuidadoso y riguroso de los materiales en el contexto del marco, desde la gramática clásica del arte, desde principios como el dibujo, la sombra y su contraparte, la luz y la composición.

Justamente en obras como la intervención espacial desde un vidrio, realizada en Lucca en 1977, se pueden entender todos estos recursos. Tagliafico moviliza desde un gesto minimalista el doble dibujo de un cuadrado: desde la sombra y desde su materialidad. En esto también la obra de este artista supone un regreso a lo original. A esa anécdota pliniana del origen del dibujo como proyección de la sombra parecería que se refiere el artista con este gesto instalativo.

Finalmente, la vocación de Tagliafico en esa recuperación de la cuadrícula (que recuerda aquellas otras de Agnes Martin y Robert Ryman) se enlaza con esta valoración estética de los materiales del arte povera. Desde ese gesto se concentra y se inscribe la poética de estas obras, discretas y categóricas, de Pedro Tagliafico.

Carlos E. Palacios

Pedro Tagliafico (Caracas, 1943), realizó estudios en la Escuela Cristóbal Rojas (1958-1962) y prosiguió su formación en la Royal School of Art (Londres, 1964-1965) y en la Escuela de Bellas Artes (París, 1965-1968). Desde 1972 ha desarrollado una amplia trayectoria expositiva, que cuenta entre sus exhibiciones individuales más recientes “Antes y después”, Alonso Garcés Galería, Bogotá (2012) y “Ayer y hoy”, Galería La Cometa, Bogotá (2009). En Venezuela ha realizado importantes exposiciones individuales en el Museo Alejandro Otero (1999), Museo de Arte Moderno Jesús Soto (1994), Galería de Arte Nacional (1986), Museo de Arte Contemporáneo de Caracas (1976).