Ara Koshiro - The typical venezuelan picture

The typical venezuelan picture

Ara Koshiro

Del 15 de mayo al 12 de junio de 2011

Ara Koshiro: Recogiendo los trozos del país portátil

Carlos E. Palacios

¿Cómo representar visualmente a Venezuela al inicio de este siglo? Esta parece ser la pregunta que viene planteándose desde hace algunos años Ara Koshiro (Maracaibo, 1967) y cuyas posibles respuestas se exhiben reunidas en su primera exposición individual, intitulada irónicamente y no por azar, The Typical Venezuelan Picture.

No es una pregunta baladí. Quizás es la gran cuestión que flota –o debería flotar- en los discursos visuales de nuestros días en Venezuela. Es evidente que las apuestas formales de la modernidad sobre este tópico, que oscilaron entre la representación figural y la evasión abstracta entraron en crisis hace tiempo (como el país mismo, sobra decirlo) y se fracturaron en mil pedazos, como si lanzáramos un ladrillo a un espejo.

Esta última, es una buena imagen para iniciar este breve recorrido crítico sobre la obra más reciente de Koshiro. Esta artista se ha planteado revisar la iconografía patria, su representación cartográfica y algunos de sus relatos fundacionales o literarios desde un ejercicio crítico lleno de silencios, puntos suspensivos, vacíos, rupturas y quiebres.

En este sentido, habría que comenzar por el título la exposición, The Typical Venezuelan Picture: una incorporación intertextual de Ara Koshiro de una frase de País Portátil de Adriano González León y que convierte este gesto nominal de la tradición museográfica en otra de las obras de su muestra.

El contexto de la frase de González León no puede ser mas oportuno y elocuente para abrir una exposición sobre Venezuela. La ironía que destila se enmarca en un par de párrafos que describen el escenario caraqueño que recorre Andrés Barazarte, el protagonista de País Portátil. Un paisaje transido por la muerte, la pobreza y la violencia policial y en contraste, imágenes satíricas que hablan de otro panorama: el “progreso” del estupendo hotel “Tamanaco” frente a los ranchos miserables, la belleza femenina maquillada de folclor y aséptico color local y el tópico turístico de las selvas de Canaima. Todo esto en 1968: ¿No es acaso el mismo país cuarenta y tres años después? No son acaso estas imágenes literarias ironizando sobre el tipismo, las que Ara Koshiro refleja quebradas y sin su correlato visual contemporáneo en sus últimas obras?.

Por otra parte, en ingles la palabra picture tiene muchos significados: puede referirse a una pintura, un dibujo o una fotografía (objetos canónicamente relacionados con la idea de una exhibición) y a su vez, se figura como algo constituido a partir de un relato o una descripción. En este sentido, jugando desde la múltiple acepción de picture, las obras de la exposición describen la crisis que País Portátil anunció en su momento y que Ara Koshiro registra como un retrato –otro significado de la palabra- roto. Sus últimas propuestas conforman una serie de imágenes que desmantelan los relatos legitimadores que construyeron la identidad venezolana, desde una iconoclasia muy sui generis en tanto que finalmente apuestan por la supervivencia (así sea fallida) de algún objeto.

Efectivamente, tal y como sucede en País Portátil, las obras de esta artista inscriben “lo típico” dentro una estrategia conceptual que refuerza la contraparte amable en contraste con lo áspero de la realidad. Dos caras de una misma moneda. Aun cuando lo real, crudo o gentil, en el trabajo de Ara Koshiro sea invisible y fantasmático o haya quedado reducido a fragmentos irrecuperables. En sus postales, la artista fielmente reproduce, dibujando, los reversos de autenticas tarjetas cuya naturaleza originaria es la de ofrecer la imagen de algún lugar típico del país. El ejercicio puramente conceptual, in nuce, de su realización formal, nos fuerza a enfrentarnos a una fotografía que no podemos ver y de la que tan sólo podemos leer su somera descripción técnica en el lugar acostumbrado, al borde superior izquierdo del reverso de la postal. La realidad, llamémosla tópica, no existe mas que en su registro textual, finamente reproducido por la artista. Un lugar no precisamente visible sino exclusivamente legible: en el espacio del soporte documental y no en el de la inmanencia de lo actual, que sería el de su visualidad.

Del mismo modo, desde la invisibilidad de una imagen “típica” de la Venezuela del Siglo XXI, Ara Koshiro instala en un lugar de paradigmática visibilidad –una enorme puerta de vidrio que divide Oficina #1-, un conjunto de estrofas de diferentes himnos oficiales del país, todos como sabemos, de antiguo origen. Su fragmentaria lectura ofrece (como en el caso de la cita titular de País Portátil o de los reversos de las postales) unas lejanas metáforas, distante de la realidad debido a su almibarado engolamiento literario pero paradójicamente cercanas en sus ulteriores sentidos. Mas allá de su anacrónica poética, el dibujo semántico de estas sentencias delinean un “mapa” de la violencia desde la exaltación patriótico-literaria: una imagen que puede definir un desencajado arquetipo de este país.

En otro grupo de obras, cercanas temáticamente a esta instalación in situ, Ara Koshiro reflexiona en torno a la pobre pertinencia de los iconos nacionales en nuestros días, desde su personal apuesta por desmantelarlos desde un ejercicio deconstructivo, a tono con su genealogía neoconceptual. En Colombeia o en sus platos rotos con reproducciones de la Bandera y el Escudo de Venezuela, Koshiro no hace otra cosa sino suspender sobre el afilado borde de un cuchillo, los frágiles valores emblemáticos de los símbolos de la Patria.

En Colombeia cuestiona el lugar en la historia de la famosa bandera que diseñara el prócer Francisco de Miranda para su proyecto continental de un gran país Americano. Los colores de esa bandera (en la actualidad estandarte del Estado Miranda) son los mismos que los del pabellón Alemán y para reforzar esta analogía formal –que echa por tierra valores asociados al orgullo patrio y a un concepto tan agrio como es el nacionalismo- introduce el nombre de la histórica patria transcontinental mirandina bajo el diseño tipográfico que inventara décadas atrás, el artista conceptual (no por azar colombiano) Antonio Caro y con el cual mixtificara a su país con la Coca-Cola: un gesto político y “cuestionador” de las nuevas formas del imperialismo económico y trasnacional.

El profundo quiebre de los relatos legitimadores de la patria que encarna toda esta exposición está impecablemente reflejado en los platos rotos y vueltos a pegar con el escudo y la bandera de Venezuela, respectivamente. El “ accidente” que intenta revertir un encolado torpe emblematiza no sólo la imposibilidad de reconstruir una imagen cristalina de la nación a partir de sus íconos antiguamente glorificados, sino también estas dos obras discretas pero potentes en su gesto destructivo, reflejan una imagen muy actual de Venezuela: una pila de trozos desconectados entre sí que no dan sino una visión fragmentada, pobre y violenta de un país cada vez mas portátil, como un mal souvenir resquebrajado en una maleta.

Ara Koshiro (Maracaibo, 1967) es Licenciada en Artes Plásticas del Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón (Caracas, Venezuela) y estudió Artes Plásticas en la Universidad Cecilio Acosta de Maracaibo. Ha participado en numerosas exposiciones y experiencias colectivas entre ellas, de manera reciente: Educación Artística, Taller Curatorial Experimental, Periférico Caracas, Centro de Arte Los Galpones; XI Velada Santa Lucía, Maracaibo, Edo. Zulia (2011); Hasta cuarenta, Colectiva, Galería Paréntesis, Centro de Arte Los Galpones, Caracas;  I Bienal Internacional de Arte Contemporáneo ULA-2010, Mérida; Punctum, Colectiva de fotografía, Nivel PP Paseo Las Mercedes, Caracas; Pedazos de país, Oficina 1, Centro de Arte Los Galpones, Caracas; Zona Libre, Arte Emergente. Galería Universitaria Braulio Salazar, Valencia, Edo. Carabobo; X Velada Santa Lucía, Maracaibo, Edo. Zulia; I Bienal “Lo Uno y lo Diverso” Confrontación de Arte sobre Papel, Galería Universitaria Braulio Salazar, Valencia, Edo. Carabobo (2010); Colectiva Banderas, Galería Fernando Zubillaga, Caracas (2009); Jóvenes Artistas con la Fiaam – III Encuentro Nacional, Centro de Bellas Artes, Ateneo de Maracaibo, Maracaibo, Edo. Zulia; Más allá de lo Visual – Jenseits des Visuellen, Galería Holzhauer Hamburg, Hamburgo, Alemania; Click¡, Colectiva de Fotografía de artistas no fotógrafos, Hotel Paseo Las Mercedes, Caracas (2008). Ha obtenido los siguientes reconocimientos: Reconocimiento de la Fundación Luis Enrique Torres Agudo, 65 Bienal Salón Arturo Michelena, Valencia, Edo Carabobo, Venezuela (2010); Mención Honorífica, Categoría Tridimensional, XXXIII Salón Municipal de Artes Visuales Juan Lovera, Caracas, Venezuela (2004); Primer Premio Mención Gráfica, I Bienal de Artes Visuales para Jóvenes Artistas Héctor Poleo, Taller Nacional de Artes Visuales Héctor Poleo, Caracas, Venezuela (1999).